La primera pregunta que se le hace a un arquitecto es si es necesario saber dibujar para pasar por esa carrera. Yo siempre contestaba que más que dibujar era necesario ser observador. La verdad es que uno siempre contesta desde el propio nicho tratándo de justificarse o defenderse. He de decir que siempre he considerado que tengo buena memoria. En esas conversaciones entre gente que no se conoce, pero que deben congeniar, en las que se termina llegando al lugar común de los ochentas (o ochantas), y se cantan canciones de monos animados, o se recuerdan cassetes que se compraron, siempre soy el que responde al comentario de "¿cómo se llamaba este rapero negro que usaba los pantalones inflados?" (se llamaba Mc Hammer por si acaso- hoy se denomina Hammer a secas). Colecciono datos inútiles que sirven solo para interrumpir silencios.
Le he dado vuelta al asunto. Soy un tipo fijado. No se si por deformación profesional, o por ser nieto de mi abuela (que en el post anterior dejé en claro que tiene una memoria envidiable), pero a modo de ejemplo, me acuerdo de cómo estaba vestida una amiga la primera vez que la vi hace doce años. Me he dado cuenta de chicas que se repiten ropa en dos matrimonios consecutivos (con la mala suerte de ser yo el que ponía la música). Me acuerdo de los proyectos que vi exponer en la universidad a gente, que después me las he topado y se los comento, o de una secuencia de canciones que repitió un diyei en dos fiestas distintas. He aprendido también que no es san demostrar buena memoria siempre, pues se le mira a uno con cara de Norman Bates.
Si bien uno tiene memoria selectiva, y hay cosas que son más difíciles de recordar, como los nombres o las caras, hay otras que resultan más naturales, y que varían según las personas. Para mi, creo que la observación y la memoria se me unen cuando hago asociaciones. Un profesor del colegio (obviamente recuerdo perfecto quién fue) nos habló de lo bueno que era asociar cosas absurdas a listados de cosas. Así la tabla periódica, los ríos de Chile, los nombre de los apóstoles o cualquier cosa serían más fáciles de vomitar.
Y me pasa constantemente, que asocio olores, canciones, libros, lugares, colores, situaciones, paisajes, entre ellos y me ando fijando y comparando constantemente. Me di cuenta de esto cuando una amiga me ofreció la oportunidad de publicar fotos que tomé en mi viaje, pero me pidió que las agrupara por tema. Me percaté de que asociaba situaciones o me fijaba siempre en las mismas cosas... reflejos, ventanas, mi pies, la comida, graffitis, etc. Algo que para mí era tan natural, me di cuenta que cuando lo ve otra persona no le parece tan evidente. Para mi es claro. Un cocinero se fijará en comidas cuando viaja. Un arquitecto en espacios. Yo me fijo en detalles idiotas. Hay veces que me sorprendo mirando tonteras -por lo general, quienes no son yo, se sorprenden de que pueda mirar tanta tontera, pero ese es problema de ellos. Lo bonito es cuando uno puede en base a esas cosas que llaman la atención ponerlas en relevancia y hacerlas evidentes; hacer de curador de una situación que se repite, y demostrar el valor que tienen esas obsesiones. (Si es que tienen un valor para alguien que no sea yo... pero el hecho de que para mi tengan valor hace que no me aburra estando solo... como decía mi mamá.... solo los tontos se aburren, y yo no quiero pasar por tonto. Prefiero pasar por obsesivo.)
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on Tuesday, November 07, 2006 at 6:42 PM.
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